Una distracción momentánea
De repente, un conejo se cruzó en nuestro camino, sorprendiendo a la leona y haciéndola detenerse por un momento. “Ha sido inesperado”, comenté entre risas, sintiendo cómo la tensión se aligeraba brevemente. James soltó una carcajada y añadió: “A la naturaleza le encantan las pequeñas sorpresas”. Aquella aparición nos ofreció un breve respiro, pero la leona pronto volvió a concentrarse, retomando la marcha con renovada determinación. “Muy bien, basta de distracciones”, murmuré, animándonos a seguir adelante.

Consciente del tiempo
El encuentro con el conejo me recordó que el tiempo se nos escapaba. “Estamos perdiendo la luz del día”, comenté, lanzando una mirada cautelosa a la selva cada vez más sombría que nos rodeaba. “Y estar aquí cuando oscurezca no es lo ideal”, replicó James con preocupación. La leona, como si también percibiera la urgencia del momento, nos impulsó a continuar. Su persistencia reavivó nuestro ímpetu, recordándonos no solo los riesgos de quedarnos atrás, sino, más aún, la razón profunda por la que debíamos seguir adelante.

Consciente del tiempo

